"Únicamente a dos notas de censura quiero yo contestar aquí... Las dos notas son: que yo no soy un profesional y que yo no ofrezco un positivo y teórico sistema del conocimiento, sino sólo negación y escepticismo nihilista... He oído precisamente también esta observación, de que no soy profesional, de unos jueces profesionales que encuentran mi Reconocimiento como precioso, útil e impulsivo, agregando casi ingenuamente: "!Pero es lástima que no sea un profesional!". En el concepto de tales señores no soy verdaderamente un profesional. No tengo empleo académico alguno. No tendré por mi trabajo título de nombramiento... no tengo yo curriculum vitae en regla tras mí, ni carrera ante mí... No conozco las locales condiciones de cada una de las Universidades... ni de sus facultades... No he estudiado nada de esto, no tuve tiempo para ello. Yo no soy un profesional. Más aún. De muchos eruditos, de los cuales sobre el valor de sus trabajos tuve que probar, no sé verdaderamente yo, pobre autodidacta, en qué Universidad viven, no sé de éste o del otro si es que viven todavía o si es aún digno de consideración. El signo marcadísimo del diletantismo. Pues diletante es aquel que hace su trabajo por amor, por amor al trabajo, al trabajo, precisamente, que él hace.
Subo un poco más, tórnome más serio y continúo. Sin duda no soy profesional en muchas ciencias que, para fundamento y ejemplificación de mi pensamiento, debí atraerme. No soy profesional en las ramas de la lógica, matemáticas, mecánica, acústica, óptica, astronomía, biología de las plantas, fisiología animal, historia, psicología, gramática, ciencia lingüística india, románica, germánica, eslava, etc...., etc. Hace mucho años hice un cálculo. Yo necesito para mi trabajo conocimientos de 50 hasta 60 disciplinas, en las cuales hay actualmente diluidos conocimientos del mundo. Para cada una de estas disciplinas precisa una cabeza acondicionada lo menos cinco años para asimilarse solamente los fundamentos de un saber profesional. Yo necesitaría, pues, unos trescientos años de incesante trabajo antes de poder comenzar a escribir mis propios pensamientos; pues mis pensamientos tienen la incomodidad de no observar la posibilidad del conocimiento del mundo por el microscopio de una sola disciplina. No soy tímido ante el trabajo. Yo hubiera ocupado de ello gustoso los trescientos años, no introduciendo en juego, como se acostumbra, ante un problema de tal magnitud, la medida de la vida humana. Pero yo me decía: suerte de las disciplinas científicas, excluidas algunas pocas, es que sus leyes no duren trescientos años; que yo, pues, tras los trescientos años de trabajo hubiera sido siempre y únicamente profesional en la última y estudiada disciplina, un diletante en las disciplinas cuyos estudios quedarán unos diez o veinte años atrás y un ignorante en las demás. Así, pues, tuve que renunciar al profesionalismo en todas aquellas ciencias cooperativas de mi trabajo; tuve humildemente que circunscribirme a apropiarme de todas estas ciencias-ayudas, tantos conocimientos, en tres veces nueve difíciles años, como creí precisos para la consecución de mi problema.... No tan seguro encuéntrome en la refutación de la segunda nota: que yo no ofrezco un sistema positivo y esférico y que yo presento sin sistema. Pues mi insuperable y doloroso sentimiento me dice que, al menos, la segunda parte de esta observación no es injusta. Esto tiene, sin duda conexión con las verdades citadas hace poco. Una mejor cabeza, cuyo saber no fuera parcial, que hubiera hecho el trabajo de estudio sin envejecer ni morir...una tal cabeza no se hubiera contradicho, ni hubiera hecho jamás un rodeo; hubiera distribuido fina y ordenadamente todo documento en su obra paragráfica. Aquí soy un poco irónico solamente. Conozco las flaquezas de mi obra, que, probablemente, son las flaquezas de mi arte de trabajo."
No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas.
El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política.
No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.
Para este tema, un buen material me parece el cuento Emma Zunz de Borges. Aquellos que deseen experimentar como el relato subordina a los hechos y establece su conexión donde históricamente tal conexión no existe, pueden dedicarle los 20 minutos que insume la lectura del cuento. Nos pone en crisis nuestro sistema de inferencias, la forma de conectar indicios, etc.
Según Frank, “un hecho” tiene muchos matices significativos.
Puede significar:
•a) Un acontecimiento tal como ocurrió realmente en todos sus aspectos, desde todas las perspectivas concebibles; por ejemplo, como aparecería ese acontecimiento ante un ser omnisciente;
•b) todos los aspectos limitados de ese acontecimiento que la humanidad –con sus capacidades y perspectivas finitas o limitadas- es potencialmente capaz de conocer
•c) Los aspectos aún más limitados de ese acontecimiento que por algún hombre particular –con su perspectiva particular limitada y sus falibilidades- ha llegado realmente a conocer.
•d) la información (exacta o no) dada por ese hombre a otros de su recuerdo (exacto o no) acerca de lo que conoció (agreguemos: la información puede ser deliberadamente falsa);
•e) La creencia de algún otro u otros hombres sobre esa información;
•f) Una parte seleccionada de c) o d) o e) que es considerada por algún hombre o algunos hombres como pertinente –relevante- para algún propósito humano particular o restringido.
Si aplicamos estos posibles significados de hecho a un juicio, tenemos:
Como los testigos son simples hombres, nunca conocerán a). No llegan a alcanzar b), sino, en el mejor de los casos, sólo c). El tribunal no puede siquiera alcanzar c). Debe contentarse con d), llegando así hasta e). A partir de e), el tribunal, usando una norma jurídica como un cincel, esculpe f).
Jurar por la Constitución no es sólo el acto de extender la mano sobre un libro y con voz de opera recitar un “Sí, juro”. Jurar por la Constitución también consiste en estar en el despacho todo los días; cumplir con el deber de inmediación y de indelegabilidad (vgr.: con la audiencia preliminar del art. 360, CPCCN); imponerse de los asuntos desde el comienzo y no cuando pasan a sentencia; ejercer las funciones saneatorias; acercar y tratar de conciliar el pleito o derivarlos a formas alternativas de resolución de conflictos si ello resulta recomendable; escuchar y no sólo leer a las partes; no ser axiomático ni recurrir a la frase hecha para fundar las resoluciones; interrogar a las partes libremente (preciosa herramienta tan poco usada); manejar un lenguaje del cuerpo y una escenificación de los despachos y lugares del tribunal que no ponga distancia, sino que acerque a la gente a la Justicia; asumir como desafío hermenéutico la complejidad que importa conjugar la tensión entre la defensa del derecho y la del bienestar general y, al mismo tiempo, tener siempre presente el problema antimayoritario latente en cada acto jurisdiccional;jurar por la Constitución es, antes que una ceremonia, un compromiso ratificado en forma diaria y discreta de trabajar por una sociedad más inclusiva y solidaria ¿No es sobre esto de lo que trata la Constitución?. Yo juraría que sí.