Nada teme el hombre más que ser tocado por lo desconocido. Deseamos ver qué intenta apresarnos; queremos identificarlo o, al menos, poder clasificarlo. En todas partes, el hombre elude el contacto con lo extraño. De noche o en la oscuridad, el terror ante un contacto inesperado puede llegar a convertirse en pánico. Ni siquiera la ropa ofrece suficiente seguridad: tan fácil es desgarrarla, tan fácil penetrar hasta la carne desnuda.
Todas las distancias que el hombre ha ido creando a su alrededor han surgido de este temor a ser tocado.
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Esta aversión al contacto no nos abandona cuando nos mezclamos con la gente. La manera de movernos en la calle, entre muchas personas, en restaurantes, en trenes y autobuses, está dictada por el miedo.
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Solamente inmerso en la masa puede el hombre liberarse de ese temor. Es la única situación en la que este temor se convierte en su contrario. Para ello es necesario la masa densa, en la que cada cuerpo se estrecha contra el otro, densa también en su constitución psíquica, pues dentro de ella no se presta atención a quién es el que se "estrecha" contra uno. En cuanto nos abandonamos a la masa, dejamos de temer a su contacto".
El estallido.
La masa propiamente dicha es la masa abierta, que se abandona libremente al impulso del crecimiento. Una masa abierta no tiene la impresión o idea clara de la magnitud que puede a llegar a alcanzar.
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La masa ya no se conforma con condiciones o promesas piadosas, quiere experimentar ella misma el supremo sentimiento de su potencia y pasión animales, y con este fin utiliza una y otra vez cuando le brindan los actos y exigencias sociales.
Es importante aclarar que la masa jamás se siente satisfecha. Mientras le quede alguien por engullir, mostrará su apetito.
La muta.
Cristales de masa y masa derivan de una unidad más antigua en la que todavía coinciden: la muta. En hordas de reducido número, que vagan en pequeñas bandas de diez o veinte hombres, la muta es una forma de excitación colectiva con la que nos topamos en todas partes.
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Aún hoy encontramos una forma descarada de muta en todo acto de linchamiento. La palabra alemana Lynch-Justiz (justicia por linchamiento) es tan descarada como el objeto que designa, pues se trata precisamente de una supresión de la justicia. El acusado es juzgado indigno de ella. Ha de sucumbir como un animal, sin ninguna de las formalidades habituales entre los hombres. Su aspecto y su comportamiento diferentes, el abismo que a juicio de los asesinos existe entre sí mismos y su víctima, facilita el que esta sea tratada como un animal.
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